Volkswagen, preparada para reciclar baterías de eléctricos

Fuente: Autocasión

Las baterías de litio no son inocuas para el planeta. La extracción de este mineral escaso supone un problema ecológico, pero también el reciclaje de las baterías, un proceso nada sencillo.

Estas baterías son pesadas, caras y lentas de cargar, también porque están hechas con materiales que escasean más que el petróleo y, sobre todo, porque sus residuos son muy contaminantes.

El proceso de tratamiento de las baterías de ión de litio como residuo es muy caro y apenas se recuperan el 50% de los componentes, llegando al 80% en el mejor de los casos. Además, el procedimiento para recuperar esos materiales es altamente contaminante y emite muchísimo CO2. Por ello, la mayoría de fabricantes han apostado por reutilizar estas baterías y no desecharlas o reciclarlas.

Otros usos

Cuando el rendimiento de las baterías de ión de litio cae y ya no son utilizables como reserva de energía para fines principales como coches eléctricos, se destinan a otros usos como sistemas de alimentación de emergencia, para iluminar campos de fútbol e incluso para estaciones de carga o electrolineras. En esos servicios no es tan importante que la carga y descarga sea rápida ni la densidad energética es un problema.

Pero la solución es válida para acumuladores que hayan perdido parte de su rendimiento, no para los que realmente hayan llegado al final de su vida útil o simplemente hayan fallado definitivamente.

Uno de los problemas para el reciclado de las baterías de ión de litio es que deben descargarse por completo por motivos de seguridad para ser despiezadas y separados sus componentes.

Bien escaso

El litio es aún más escaso y finito que el petróleo y, mientras que se puede producir petróleo sintético, con el litio no pasa lo mismo.

La realidad es que las mayores reservas de petróleo están en manos de países inestables políticamente y que escapan del control de los países del llamado primer mundo, lo cual es un problema estratégico clave. Sin duda esto es un factor que ha apremiado a las grandes potencias a buscar una forma de energía alternativa.

El problema es que el litio no es una solución al problema, pues el 85% de las reservas mundiales de este elemento químico están en Argentina, Bolivia, Chile y Perú, especialmente en Bolivia, cuya situación de inestabilidad está lejos de ser una casualidad ahora que la demanda de litio se ha disparado.

Que el litio tenga las mismas limitaciones que el petróleo en cuanto a recurso escaso en países no controlados por las grandes potencias es clave para que, con casi toda probabilidad, el futuro de la movilidad eléctrica esté en las pilas de combustible de hidrógeno (un elemento mucho más abundante y al que tiene acceso cualquier nación) y no en las de litio.